Mirá vos qué escena, che. José Luis Espert, el “liberal serio” que nos vendieron como el hombre de las planillas de Excel y las corbatas ajustadas, terminó escapando de una caravana como si fuera un extra de Mad Max. Y sin casco, encima. El tipo que se llena la boca hablando de “orden y respeto a la ley” se piró en dos ruedas violando el tránsito, con cara de “sálvese quien pueda”.
La postal no podía ser más simbólica: un diputado nacional huyendo de la gente que lo votó para que dé la cara, no para esconderla. Porque ojo, nadie lo puso en el Congreso para andar de figurita en caravanas improvisadas ni para hacer stand-up insultando a vecinos. La banca es para trabajar, discutir leyes, bancarse los gritos del adversario y, sobre todo, escuchar al pueblo. Eso que se llama democracia, ¿te suena, José Luis?
El show arrancó mal y terminó peor. Milei, Espert y compañía —en vez de hacer política— se pusieron a bardear a una mujer con su hijita porque los tildó de corruptos. ¡Una madre con una nena, hermano! Esa cobardía no se borra con ningún spot de TikTok. Como decía el Diego: “A los cobardes no los quiero cerca mío”. Y acá la cobardía fue clarita.
Después, lo de siempre: la caravana libertaria “masiva” que apenas juntaba dos metros de gente, los insultos de los vecinos, los piedrazos que algunos juran fueron lechugazos y hasta guantes usados. Una escena más digna de Titanes en el Ring que de una campaña eleccionaria.
Cuando la cosa se puso fulera, Milei y la hermana corrieron a refugiarse en la camioneta blindada. Espert, en cambio, quedó colgado del pincel. Lo levantó un militante en moto y lo sacó del barro como quien rescata a un tío borracho del casamiento. El contraste fue brutal: mientras el Presidente jugaba al estadista blindado, su socio más cercano parecía un colado de la barra brava escapando de la cana.
El veredicto del Archivólogo
La política argentina tiene muchas escenas ridículas, pero esta entra directo al podio. Porque lo que queda en claro es que la gente ya no se banca el chamuyo libertario. Los vecinos les gritan “corruptos”, las caravanas duran diez minutos y sus candidatos huyen en moto como si fueran deliverys sin casco.
Y lo más grave: Espert fue votado para legislar, no para fugarse. El Congreso no es un after para ir cuando pinta ni un garaje para estacionar la moto. Si la banca te queda incómoda, devolvela.
La democracia, guste o no, se defiende en el barro, en la calle, escuchando a los que putean y a los que aplauden. Porque, como decía Alfonsín, “con la democracia no solo se vota, también se come, se cura y se educa”. Y se banca. Se banca la parada, José Luis, no se raja.
AGENCIA DE GUARDIA SITIO OFICIAL!
