El Archivologo para Agencia de Guardia
En el mapa sentimental de la farándula argentina hay historias que parecen salidas de un sainete con guion de Gerardo Sofovich y dirección de la vida misma. Una de ellas volvió a salir del arcón del olvido en el programa “El Run Run del espectáculo”, donde Raúl Martorel y la vedette Naanim Timoyko contaron una anécdota de alto voltaje: enero de 1977, verano caliente y no solo por la temperatura. Alfredo Barbieri, humorista de ley y padre de Carmen Barbieri, cruzó con una cortapluma en el bolsillo desde el teatro Tabarís hasta el Maipo para “hacerlo fiambre” a Jorge Porcel.
¿Por qué? Porque Porcel —que por ese entonces ya era “el gordo” más querido del país— estaba en una relación secreta con la joven y flamante vedette Carmen Barbieri, 21 años, rubia explosiva y mirada de novela. Él tenía casi 40 y un prontuario amoroso que parecía el archivo de Gente. Casado, mujeriego y escurridizo, pero encantador. Carmen, en cambio, estaba recién sacada del horno artístico, deslumbrada y vulnerable. Una combinación explosiva.
Como diría el General: “La única verdad es la realidad”, y la realidad era que Carmen estaba enamorada, pero su viejo, un tano de temperamento volcánico, lo consideró una traición de su amigo Porcel y un abuso a su hija. «¡Lo voy a matar!», gritó Alfredo. Y no era metáfora: según cuentan las leyendas de camarín, en una de esas rabietas le vació seis tiros al Mercedes Benz del gordo. Otro día, directamente lo fue a buscar con una cortapluma.
El elenco de aquel verano era cosa seria: El Maipo de Gala, dirigido por Gerardo Sofovich, tenía a los capocómicos de oro —Olmedo, Porcel, Tristán, Adolfo García Grau, Miguel Jordán— y vedettes como Ethel Rojo y la propia Naanim Timoyko. Era una troupe que lo tenía todo: talento, escándalo y secretos que salían a la luz entre plumas, lentejuelas y copas rotas en el camarín.
Carmen y Porcel vivían su amor entre sombras. Lugares comunes, amigos compartidos, pasillos oscuros del Maipo. Pero la relación era tan tormentosa como prohibida. Porcel, de quien se decía que “no dejaba títere con cabeza”, no le era fiel ni a sus calzoncillos. Y Carmen, enamorada, aguantaba estoica. Una mezcla de María Elena Walsh y Madonna: sensible pero guerrera.
Una noche, la bomba casi explota en escena. Alfredo, fuera de sí, se apareció con intención de clavarle el cortapluma. Martorel y Timoyko, testigos de la escena, intervinieron a tiempo y evitaron que el Maipo se convirtiera en una nota policial. “Dios le da pan a quien no tiene dientes”, dicen por ahí, y Carmen lo confirma cada vez que dice: “Con Porcel, yo hubiera formado una familia”.
Pero atención, que la historia tiene otro giro de novela. Años después, Raúl Martorel —eterno enamorado silencioso de Carmen— confesó que ella fue la única mujer con la que se hubiera animado a tener un hijo. El amor, cuando no mata, deja huellas.
Carmen Barbieri: una diva con historia, fuego y plumas
Hablar de Carmen es hablar de la vedette argentina por excelencia. Hija de Alfredo Barbieri y nieta del teatro nacional, supo abrirse camino a fuerza de talento, picardía y un lomo que dejaba sin aliento a medio país. Pero Carmen no es solo cuerpo y escándalo: es una mujer que ha peleado en todos los frentes. Perdió amores, crió sola a su hijo Fede Bal, se reinventó mil veces y nunca dejó de dar batalla. Hoy conduce, actúa, opina y, si le das tiempo, te hace un locro.
Como diría Mirtha: “¡El que no goza, no vive!”. Y Carmen supo gozar, sufrir y volver a levantarse, siempre con tacos altos y una carcajada que te sacude las malas ondas. Es, como decía Olmedo, “una mina de esas que ya no se hacen”.